

Ricardo Garduño, el maestro mexicano de las sinfonías visuales, comenzó su exploración artística en la bulliciosa metrópolis de la Ciudad de México, nacida en 1988. Su viaje por los ámbitos del Conservatorio Nacional de Música y las sagradas salas de arquitectura de la UNAM le inculcaron una profunda sinergia. de estructura y melodía. Hoy, el estudio de Garduño, ubicado en el corazón de donde comenzó todo, se ha convertido en un crisol de innovación donde los pianos no son meros instrumentos sino lienzos para su serie "Teclas de la Quintaesencia".
El arte de Garduño es un diálogo entre la cadencia natural del mundo y las complejas capas de la conciencia humana, como se ve en su serie "Conestesia". Sus piezas resuenan con el pulso de la vida contemporánea, haciéndose eco del movimiento del hiperrealismo e inspirándose en las profundidades del surrealismo y las complejidades de la psique humana.
En sus obras, Garduño evoca una sensación de disonancia temporal, una danza entre el pasado táctil y el futuro imaginado, donde se fusionan formas de arte tradicionales y experiencias modernas. Sus piezas son un testimonio del poder transformador del arte, reflejando una sociedad en medio de la metamorfosis digital y la búsqueda persistente de conexión en un paisaje en constante evolución.
Con raíces en México, pero alcanzando un panorama internacional, Garduño se ha convertido en sinónimo de una nueva era de expresión artística. Su arte es una meditación sobre la percepción misma, un desafío para el observador a interactuar con las frecuencias subyacentes de emoción y pensamiento que dictan el ritmo de la existencia.
"El arte es la lente a través de la cual podemos interpretar las rápidas corrientes de cambio que nos rodean", reflexiona Garduño. "Mi trabajo es un intento de capturar la esencia de la emoción y el tiempo, los hilos invisibles que nos conectan entre nosotros y con el universo".
Desde pianos grandiosos que parecen tocarse solos hasta lienzos que llaman con su canto de sirena, el arte de Garduño es un puente entre los susurros analógicos de la historia y los gritos digitales de la era moderna. Ya sea a través de un mural que se extiende a lo largo de un edificio o una escultura que captura la fluidez de la música, sus obras son una celebración del espíritu humano, en la intersección de la tecnología y la creatividad atemporal.